15 AÑOS DE OBISPO SOLO DAR GRACIAS A DIOS
El 15 de marzo 2008, fui consagrado obispo por manos de Su Eminencia Ex lentísimo Mons. José Ricardo Ferreira de Souza; Patriarca de la Iglesia Viejo Católica en América. A horas cumplir 15 años de mi ordenación episcopal en la Ciudad de Buenos Aires, en la fiesta de San Clemente María Hofbauer.
En estos momentos no puedo menos que expresar mis sentimientos más nobles y profundos que me embargan: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”; “Doy, damos, gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia”; “La misericordia y la bondad infinita de Dios ha estado muy grande conmigo”. Y con la Santísima Virgen María, porque no puedo hacerlo con mis pobres palabras, proclamo la grandeza del Señor porque ha hecho obras grandes por mí: me ha elegido, me ha llamado, y, hace ahora quince años, me ha consagrado Obispo, sucesor de los Apóstoles, para que, unido a Jesucristo, continúe su misma misión de reconciliación, de paz, de redención, de evangelizar a los pobres, de reunir a los dispersos, de amor y de misericordia, en definitiva, de traer a Dios y entregarlo a los hombres porque él es amor, misericordia, salvación. ¿Quién soy yo, tan poca cosa, para que se abaje hasta mí y me haga pastor y servidor de su Iglesia, a la que ama y por la que se entrega hasta el extremo de dar su vida por ella? Lo ha hecho todo en mí, todo lo bueno que pueda haber en mí es don y obra suya; míos son mis pecados, mis torpezas, mis errores y mis debilidades personales.
Hoy, con los mismos anhelos que el primer día no lo sé.
Que Dios mire compasivo mi debilidad y venga en mi ayuda, ya que sin Él no puedo hacer nada; y que me ayude, o mejor, como decía mi buena tía Berena, que me deje ayudar por Él para que en todo momento lleve una vida según su voluntad, como reza mi lema episcopal, “Que bello es dar la Vida… por la Vida” vaya donde me envíe, dé abundantes frutos, puedan germinar los frutos que Él espera del ministerio que me ha confiado.
No me atrevo ni sé hacer balance de estos quince años. Lo pongo todo en manos de Dios. Lo dejo a su juicio, que siempre será un juicio verdadero y justo, y en ningún caso dejará de ser comprensivo y misericordioso. Lo cierto es que Él renueva en mí la misma ilusión, los mismos anhelos y la misma esperanza del primer día, y, quizá más aún, porque conozco mejor la realidad dura y porque Dios anima, alienta y conforta como solo Él es capaz de hacerlo en tiempos recios como los nuestros, y de esto son ustedes testigos. En todo caso, no sé decir o constatar otra cosa, que toda mi vida, como la de todos, es manifestación de que todo es gracia, obra suya. Repasando estos días muy particularmente mi vida y estos 15 años de episcopado, no puedo decir otra cosa, que todo, todo, es obra suya, que Él es el verdadero y único pastor que ha conducido mi vida hasta hoy. Por eso mi vida es expresión de lo que Dios quiere de mí, es decir, del querer de Dios, es decir de su voluntad, y, así, mi lema episcopal no puede ser otro que el que es: “Qué bello es dar la Vida … por la Vida”. Y por eso soy un agradecido a Dios por darme una oportunidad más, un nacimiento nuevo sucedió en mí, ya que pase por los caminos de la muerte, primero con mi cirugía de hígado y luego transitar un cáncer de linfoma de células grande difusas, recuerdo como si fuera hoy cuando le pedía al Espíritu Santo que me deje vivir, porque aún no había cumplido con la misión de ser sacerdote, allí El derramaba s